Se vive una crisis en el CDC
Washington.— El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), la principal agencia de salud pública de Estados Unidos, atraviesa una de las crisis más graves de su historia reciente tras la destitución de su directora, Susan Monarez, y la posterior renuncia de gran parte de su equipo directivo. La designación de Jim O’Neill como director interino —un reconocido aliado del secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., y crítico de las políticas de vacunación— ha desatado una ola de protestas internas y preocupación en amplios sectores políticos y científicos.
Un cambio abrupto en el liderazgo
La salida de Susan Monarez, confirmada el lunes por la Casa Blanca, fue presentada oficialmente como parte de un “proceso de reorganización” para devolver “transparencia y eficiencia” al organismo. Sin embargo, fuentes cercanas al CDC señalan que la destitución respondió a tensiones crecientes entre Monarez y altos funcionarios de la Administración Trump, en particular Kennedy Jr., quien desde hace meses había cuestionado abiertamente la estrategia de vacunación contra enfermedades infecciosas y el manejo de fondos federales para programas de salud preventiva.
El reemplazo por Jim O’Neill, exfuncionario del Departamento de Salud y amigo cercano de Kennedy Jr., fue recibido con desconfianza. O’Neill ha defendido públicamente la idea de que los medicamentos y vacunas deberían poder salir al mercado sin ensayos clínicos completos, bajo el principio de “usar bajo propio riesgo”.
Ola de renuncias y protestas internas
Tras el anuncio, al menos cuatro directores de división y una decena de altos asesores científicos presentaron su renuncia inmediata, denunciando presiones políticas y falta de respeto a la evidencia científica. Varios empleados realizaron manifestaciones pacíficas dentro de la sede central en Atlanta, portando pancartas con lemas como “La ciencia no se negocia” y “El CDC necesita independencia, no ideología”.
Un epidemiólogo de larga trayectoria, que pidió anonimato por temor a represalias, aseguró que “la credibilidad internacional del CDC está en juego; si se pierde la confianza en nuestros datos y recomendaciones, la salud global sufrirá las consecuencias”.
Reacciones políticas y críticas bipartidistas
El nombramiento de O’Neill generó un inusual consenso en el Congreso: tanto demócratas como republicanos expresaron preocupación por el rumbo de la agencia. La senadora demócrata Elizabeth Warren acusó al gobierno de “convertir al CDC en un brazo ideológico y no científico”, mientras que el republicano Mitt Romney advirtió que “socavar la credibilidad del CDC pone en riesgo la seguridad sanitaria de todo el país”.
Organizaciones médicas como la Asociación Estadounidense de Salud Pública y la Academia Nacional de Medicina pidieron a la Administración reconsiderar la decisión, argumentando que el liderazgo del CDC debe recaer en expertos con sólida experiencia científica.
Consecuencias para la salud pública
La crisis se produce en un momento delicado: Estados Unidos enfrenta brotes de sarampión en varias ciudades, un aumento de casos de gripe aviar en la costa oeste y la persistencia de enfermedades respiratorias estacionales. Analistas de salud advierten que la falta de estabilidad en el CDC podría retrasar la respuesta a emergencias y erosionar la cooperación con organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“Si la política domina sobre la ciencia, el costo lo pagarán los ciudadanos”, alertó el doctor Anthony Fauci, exasesor médico de la Casa Blanca, en declaraciones a CNN.
Un futuro incierto para el CDC
Mientras tanto, Jim O’Neill prometió en su primer mensaje al personal “devolver el CDC al pueblo estadounidense” y revisar “los dogmas de la ciencia oficial”. Sus declaraciones fueron recibidas con inquietud por parte de la comunidad científica, que teme una politización irreversible de la institución.
El futuro inmediato del CDC luce incierto: dividido entre la presión de la Administración y el rechazo de gran parte de sus propios funcionarios, la agencia se enfrenta a la posibilidad de una fuga de talento científico que podría debilitar de manera duradera su capacidad de respuesta.
En un país históricamente orgulloso de liderar la lucha contra epidemias y enfermedades infecciosas, la actual crisis del CDC plantea una pregunta de fondo: ¿podrá Estados Unidos seguir confiando en la ciencia como guía de sus políticas de salud pública?