América Latina, el tablero olvidado en la disputa entre Washington y Pekín

En la más reciente edición del programa Dinero y Más, el analista Aaron Rosen lanzó una advertencia clara: mientras Estados Unidos concentra buena parte de su atención en la competencia estratégica con China a nivel global, América Latina se ha convertido en un terreno cada vez más disputado por Pekín, sin que Washington ofrezca respuestas sólidas para recuperar influencia.

Rosen recordó que hace apenas dos décadas la presencia china en la región era marginal, limitada a intercambios comerciales puntuales. Hoy, en cambio, China se ha consolidado como socio principal de países como Brasil, Chile y Perú, gracias a inversiones en minería, energía, telecomunicaciones e infraestructura. “El dragón asiático no llegó de manera ruidosa, llegó con chequera en mano, financiando carreteras, puertos y préstamos blandos que EE. UU. no ofrecía”, señaló.

El experto fue tajante al subrayar el vacío estratégico dejado por Washington: “Estados Unidos pide a los gobiernos latinoamericanos que no hagan tratos con China, pero no les da alternativas. No ofrece financiamiento, no ofrece inversión, no ofrece mercados. En esa ecuación, los países de la región optan por quien sí está dispuesto a poner recursos sobre la mesa”.

Raúl Mas, conductor del programa, apuntó que esta tendencia refleja un desajuste profundo en la política exterior estadounidense: mientras Washington se concentra en Oriente Medio, Europa del Este y Asia, deja a su vecindario inmediato librado a su suerte. “No se trata solo de economía. Se trata de seguridad. Una región que cae en la órbita de Pekín compromete directamente la estabilidad del hemisferio occidental”, advirtió.

Para Rosen, el problema es que, a diferencia de Europa o Japón, América Latina nunca ha recibido un plan de inversión estructurado que fortalezca sus democracias y economías de mercado. “Washington habla mucho de libertad y de frenar al autoritarismo, pero cuando un gobierno latinoamericano necesita dinero para una carretera o un puerto, quien aparece no es el Banco Interamericano de Desarrollo ni el Tesoro estadounidense, es un banco chino con una oferta inmediata”, explicó.

El resultado es una relación asimétrica que coloca a Estados Unidos a la defensiva en su propio continente. “No se trata de caridad —subrayó Rosen—. Se trata de estrategia. Si dejamos que Pekín se apodere de las rutas, de las minas de litio y de las telecomunicaciones de la región, en diez años no estaremos discutiendo influencia, estaremos discutiendo supervivencia económica en nuestro propio hemisferio”.

En un momento en que la Casa Blanca busca reafirmar su liderazgo global, la advertencia es clara: el tablero latinoamericano no puede seguir siendo ignorado. Si Washington no redefine su compromiso con la región, América Latina podría consolidarse como uno de los mayores triunfos estratégicos de China en el siglo XXI.

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