La crítica progresista: “Una república no se gobierna con fusiles”
Desde el bloque progresista, la reacción ha sido frontal y combativa. Líderes demócratas, activistas y juristas de izquierda ven en la movilización de la Guardia Nacional un intento de consolidar una “presidencia de excepción”. Nancy Pelosi lo llamó “una deriva autoritaria”, mientras que Alexandria Ocasio-Cortez habló de “una ocupación interna disfrazada de patriotismo”. Para ellos, el despliegue militar en ciudades de mayoría demócrata busca proyectar poder político más que restaurar la seguridad.
Grupos de derechos civiles, como la ACLU, Human Rights Watch y Black Lives Matter Global Network, han documentado supuestos abusos durante las operaciones, incluyendo detenciones arbitrarias y registros sin orden judicial. Aunque los incidentes confirmados son mínimos, la narrativa de la “militarización urbana” ha ganado fuerza en los medios liberales, donde se advierte del “efecto psicológico” que produce ver tropas en las calles de una democracia consolidada.
Los alcaldes de Los Ángeles, Filadelfia y Atlanta han enviado cartas conjuntas al Congreso solicitando revisar los límites de la autoridad federal. “Queremos seguridad, no ocupación”, escribieron. Sin embargo, analistas políticos señalan que la estrategia de confrontar al presidente podría ser contraproducente: mientras los demócratas denuncian autoritarismo, una mayoría de votantes percibe la medida como un retorno al sentido común.
El sociólogo Richard Reeves, del think tank Brookings Institution, sostiene que “la izquierda corre el riesgo de parecer más preocupada por la semántica que por la seguridad real de la gente”. En otras palabras, el debate no solo es ideológico, sino emocional.