“Renuncia silenciosa”: el nuevo rostro del agotamiento laboral
El compromiso laboral se encuentra en su nivel más bajo en más de una década. Así lo revela el más reciente informe Estado de la Población Mundial Activa, elaborado por Gallup, que registró una caída del 21% en la motivación de los empleados a nivel global. La tendencia preocupa a empresas y economistas, que advierten un impacto directo en la productividad y en la cultura organizacional.
Según el estudio, aunque el 80% de los trabajadores asegura disfrutar de su empleo, la gran mayoría renunciaría... si pudiera cambiar de jefe. En Brasil, los empleados dijeron que “cambiarían al jefe”; en el Reino Unido piden directivos “más accesibles”; en México reclaman “igualdad y respeto”; y en España, libertad para expresar opiniones sin temor a represalias. El patrón es claro: la relación con los líderes se ha convertido en el punto crítico del descontento.
Lucía Navarro, conductora del programa Punto Clave, presentó los hallazgos junto al economista José Arámbula, desde California. Ambos coincidieron en que el fenómeno conocido como renuncia silenciosa o silent quitting —cuando el empleado solo cumple con lo mínimo indispensable— es consecuencia de un profundo desequilibrio post-pandemia entre expectativas y bienestar. Gallup calcula que este fenómeno le cuesta a la economía global unos 9 billones de dólares al año, y a las empresas, 2.240 dólares por empleado en pérdida de productividad.
“Los gerentes, paradójicamente, son los menos comprometidos”, explicó Navarro, recordando que el agotamiento tras la pandemia afectó tanto a empleados como a líderes. Arámbula añadió que las nuevas generaciones “no rechazan el trabajo, sino la falta de propósito y dignidad”. La generación Z, dijo, “valora la autenticidad, la inmediatez y el respeto por su vida personal. No quieren ser esclavos del horario; quieren equilibrio”.
Generaciones en conflicto
El programa presentó una radiografía generacional reveladora.
Builders (nacidos antes de 1945): valoraban la lealtad y el sacrificio.
Baby Boomers y Generación X: crecieron con la idea de que el esfuerzo traía ascensos y estabilidad.
Millennials y Generación Z: priorizan la salud mental, la diversidad y la flexibilidad.
“Los jóvenes no están destruyendo el mundo laboral; lo están reinventando”, subrayó Navarro. “Tienen herramientas distintas y actúan según su contexto social”. Arámbula coincidió: “Ya no buscan quedarse 30 años en una empresa. Saltan de trabajo en trabajo porque descubrieron que la diversidad de experiencias puede generar más ingresos y satisfacción”.
El economista explicó que este nuevo paradigma desafía el modelo tradicional de carrera profesional. Las carreras largas y los títulos universitarios han perdido peso frente a la capacitación técnica y los oficios digitales. “Con una licencia tecnológica, puedes ganar más que un abogado”, ejemplificó.
El papel de la tecnología y la inteligencia artificial
Ambos analistas coincidieron en que la inteligencia artificial acelerará los cambios. “No hay que temerle —dijo Arámbula—, hay que aprender a convivir con ella. Los empleos no desaparecerán, cambiarán”. Navarro apuntó que, en lugar de sustituir trabajadores, la automatización “invita a aprender habilidades nuevas relacionadas con la tecnología”.
Sin embargo, Arámbula advirtió un riesgo: la multiplicación de “microtrabajos” podría llevar a una sociedad hiperproductiva pero sin descanso. “El peligro es que queramos vivir mejor, pero terminemos trabajando más”, dijo.
El trabajo como valor cultural
Al cierre, Navarro recordó que las diferencias entre generaciones no son sinónimo de ruptura, sino de evolución. “Los baby boomers fueron formados para resistir; los jóvenes, para adaptarse”, comentó. Citó la célebre frase de Confucio: ‘Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida’.
“Las nuevas generaciones no quieren renunciar”, concluyó. “Solo quieren trabajar en lugares donde puedan ser felices”.