El nuevo equilibrio tras el alto al fuego en Gaza

En una nueva edición del programa Dinero y Más, el conductor Raúl Mas abrió con una mirada panorámica al estado de los mercados y al impacto inmediato de los recientes acontecimientos geopolíticos. El clima económico, explicó Mas, se ha movido al ritmo de la guerra y la paz: tras días de incertidumbre y volatilidad, los índices de Wall Street comenzaron a recuperarse con fuerza luego del anuncio del cese al fuego entre Israel y Hamas, y la liberación de los últimos rehenes. Pero la calma, como advirtió el propio Mas, podría ser temporal.

“Soy un optimista, pero también un escéptico”, reconoció el presentador antes de dar paso a su invitada, Emily Brearley, economista con experiencia en el Banco Mundial y en zonas de conflicto como Gaza. Su visión aportó una mezcla de realismo y preocupación sobre el futuro de la región, y sobre los retos que enfrenta la comunidad internacional para consolidar una paz que, por ahora, pende de un hilo.

Brearley recordó su trabajo de campo en Gaza, donde —dijo— pudo observar de cerca la radicalización de los niños palestinos en las escuelas de la agencia de la ONU para refugiados, UNRWA. “Vi con mis propios ojos cómo se adoctrina a generaciones enteras”, afirmó. Según explicó, ese proceso de enseñanza está en el centro de un problema más amplio: una cultura del resentimiento y del victimismo que, a su juicio, mantiene estancada a la sociedad gazatí. “Mentir sobre su experiencia histórica no los ha ayudado. Con amigos así, ¿quién necesita enemigos?”, sentenció.

La economista británica vinculó ese fenómeno a un aumento global de la desinformación y del antisemitismo, amplificados por redes sociales y medios tradicionales. “Me sorprende ver a personas formadas en Occidente repitiendo los argumentos de Hamas”, lamentó. Para Brearley, la “enfermedad” no está solo en el Medio Oriente, sino también en las capitales occidentales que, por ideología o culpa, eluden una condena clara del terrorismo.

Consultada por Mas sobre el papel de los países árabes en el proceso de paz, Brearley se mostró moderadamente optimista: destacó que Arabia Saudita ha emprendido una política de desradicalización por razones de supervivencia interna, y que podría empujar a otros países hacia el mismo camino. Sin embargo, fue tajante sobre Qatar, donde reside la dirigencia de Hamas: “Las cuentas bancarias de sus líderes podrían haberse congelado el 9 de octubre. No lo hicieron. Fue una decisión política. Y sí, todo esto, al final, tiene que ver con dinero”.

Brearley subrayó además que los países árabes deben asumir responsabilidades reales si quieren ser parte de la solución: “Han hablado durante décadas de la causa palestina, pero han hecho prácticamente nada para ayudar de verdad a los palestinos”. La economista propuso una fuerza árabe de estabilización, similar a las misiones africanas de pacificación, que pueda asegurar el cumplimiento del alto al fuego y el proceso de reconstrucción.

Raúl Mas coincidió con la necesidad de un nuevo enfoque, recordando que el presidente Trump, artífice del reciente acuerdo, “ha roto las reglas del juego diplomático y vuelto a armar el tablero”. Mas valoró el pragmatismo del mandatario y su estilo disruptivo: “Trump no juega a la política convencional; la quiebra y la rehace. Y aunque muchos lo critican, está logrando resultados que nadie más consiguió”.

En la parte final de la conversación, Brearley presentó su libro Aid Inferno, disponible en Amazon, donde analiza los fallos estructurales del sistema de ayuda internacional. Según explicó, el modelo liderado por el Banco Mundial ha fracasado en reducir la pobreza y, por el contrario, ha creado burocracias ineficientes y corruptas. “No necesitamos más reformas cosméticas. Necesitamos romper y reconstruir. Los pobres del mundo merecen algo mejor que un sistema que los endeuda en su nombre sin consultarlos”, sostuvo.

Mas cerró el programa con una reflexión que enlazó economía, política y ética: “El mundo parece haber perdido la capacidad de distinguir entre los buenos y los malos. Antes era más claro. Hoy hay confusión. Pero necesitamos volver a un sentido común moral”.

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