Violencia política y “terrorismo estocástico”
El asesinato del activista conservador Charlie Kirk, ocurrido el pasado 10 de septiembre en un campus universitario frente a más de dos mil estudiantes, ha generado conmoción nacional y encendido un debate de fondo sobre la creciente violencia política en Estados Unidos. En el programa Punto Clave, conducido por la periodista Lucía Navarro, el tema fue analizado junto al experto en terrorismo Gabriel Ben-Tasgal, quien ofreció un marco para entender cómo discursos polarizados, radicalización individual y manipulación mediática han creado un caldo de cultivo que desemboca en episodios como el que costó la vida a Kirk.
Navarro abrió la conversación cuestionando de dónde surge tanto odio como para asesinar a un hombre cuya misión pública consistía en promover entre los jóvenes un retorno a los valores tradicionales de la nación. Recordó que el disparo que terminó con su vida se produjo justo en medio de una pregunta sobre temas de identidad de género, lo que alimentó interpretaciones iniciales vinculadas a la comunidad trans. Sin embargo, la periodista subrayó que los datos desmienten los estereotipos: de acuerdo con los Archivos de Violencia con Armas, entre los más de tres mil tiroteos masivos registrados en el país entre 2020 y 2025, solo uno fue confirmado como perpetrado por una persona transgénero.
La conductora se detuvo en la necesidad de evitar generalizaciones apresuradas. Citó como ejemplo el reporte inicial de la cadena Fox News, que ligaba al presunto asesino, Tyler Robinson, con una persona en proceso de transición, una información que fue ampliamente difundida en redes sociales. No obstante, los datos muestran que este tipo de casos son extremadamente excepcionales, y que atribuir responsabilidades colectivas a comunidades específicas es una forma de alimentar prejuicios.
En este contexto, Navarro introdujo un concepto central en el análisis: el “terrorismo estocástico”. Este término describe un tipo de violencia política que no se organiza necesariamente de manera jerárquica, sino que se propaga a través de un ambiente de odio y manipulación en el que individuos aislados son empujados a ejecutar actos extremos. “Opera de forma sutil, casi imperceptible para el público, que se convierte en un receptor cautivo de mensajes cargados de odio. Y cuando algún individuo actúa, resulta imposible vincularlo directamente con quienes difundieron esos discursos”, explicó.
Gabriel Ben-Tasgal, analista político radicado en Israel y especialista en terrorismo, coincidió con esta visión y la amplió. Recordó cómo en textos de ideólogos extremistas islámicos ya se promovía el autoadoctrinamiento como vía para llevar adelante ataques sin necesidad de pertenecer a una organización formal. “Hoy, con las redes sociales, cualquier persona tiene acceso a material ideológico y puede radicalizarse en soledad. Eso hace mucho más difícil prevenir los ataques, porque el terrorismo estocástico depende de la voluntad individual alimentada por un entorno tóxico”, señaló.
El experto apuntó también al papel de los medios de comunicación y las redes sociales como factores que, en lugar de contener, han potenciado la radicalización. “Cuando un canal de televisión abandona la tarea de informar y se convierte en un actor ideológico, legitima a individuos que ya estaban predispuestos al odio. Es un fenómeno que se repite en distintos países, pero en Estados Unidos es particularmente grave porque los mensajes polarizadores llegan a millones en tiempo real”, explicó.
Navarro trajo a colación ejemplos de figuras políticas que en los últimos años han hecho declaraciones incendiarias, tanto desde la izquierda como desde la derecha, alentando indirectamente la violencia contra líderes adversarios. Recordó que el propio expresidente Trump sobrevivió a dos intentos de asesinato en 2024, en medio de una campaña electoral marcada por un clima de hostilidad creciente. “Cuando las élites políticas permiten que el discurso se degrade hasta ese punto, el resultado es que ciudadanos comunes sienten justificado tomar un arma y disparar”, advirtió la periodista.
El caso de Robinson, el joven sospechoso del asesinato de Kirk, parece ilustrar ese patrón. Según relataron sus propios padres, era un estudiante brillante, becado y proveniente de una familia conservadora. Sin embargo, en los últimos años se fue radicalizando hasta el extremo de considerar legítimo eliminar físicamente a quien pensaba diferente. Para Ben-Tasgal, este tipo de perfiles no se forman de un día para otro: “La radicalización es escalonada. Comienza con la exposición a narrativas simplistas y absolutistas, sigue con el rechazo a la pluralidad democrática, y termina en la acción violenta cuando la frustración no encuentra otra salida”.
El experto añadió que tanto la extrema izquierda como la extrema derecha comparten un rasgo común: bajo nivel intelectual y escasa cultura democrática. En ambos casos, la censura y la cancelación de visiones disidentes actúan como antesala de la violencia. Cuando esa cancelación ya no resulta efectiva, lo siguiente es el recurso a la fuerza. “En las universidades estadounidenses hemos visto cómo el debate se restringe cada vez más a una sola narrativa. Familias que pagan sumas altísimas por una educación superior ven cómo sus hijos son adoctrinados en lugar de formados. La reacción ante ese desencanto puede ser tanto de frustración como de violencia”, advirtió.
El debate también incluyó la paradoja de la intolerancia planteada por el filósofo Karl Popper: en una sociedad democrática, las ideas absolutamente intolerantes no pueden ser admitidas porque ponen en riesgo la propia supervivencia del sistema. Para Navarro y Ben-Tasgal, este principio resulta particularmente vigente en un país donde la polarización amenaza con llevar los conflictos ideológicos al terreno de la violencia física.
Más allá del diagnóstico, el programa cerró con un llamado a buscar un equilibrio que permita recuperar espacios de diálogo y moderación. “Lo saludable es volver al centro. Ni tú tienes toda la razón ni yo tengo toda la razón”, reflexionó Navarro. Por su parte, Ben-Tasgal sugirió medidas prácticas como reducir la exposición a redes sociales y fomentar espacios de discusión compleja, como podcasts y medios con vocación de análisis, en lugar de contenidos diseñados para inflamar emociones.
El asesinato de Charlie Kirk, más allá de la tragedia personal para su familia y seguidores, ha puesto en evidencia un problema estructural: Estados Unidos se encuentra atrapado en un péndulo de polarización que alimenta la radicalización individual y el terrorismo estocástico. El desafío, según concluyeron los expertos en Punto Clave, es reconocer que existe un problema real y actuar en consecuencia, antes de que nuevas vidas se pierdan en un clima político cada vez más incendiario.