Se ordena despliegue de tropas para garantizar la seguridad en Chicago

Chicago vive una nueva jornada de tensión tras el anuncio del presidente Trump de enviar tropas federales y unidades de la Guardia Nacional para “garantizar la seguridad y restablecer el orden” en una ciudad marcada por el aumento de la violencia y los disturbios sociales.

“Chicago es una gran ciudad estadounidense, pero ha sido abandonada por sus líderes locales. No podemos permitir que siga cayendo en el caos”, declaró Trump desde la Oficina Oval, al justificar el envío de unos 1.200 efectivos del Ejército y de la Guardia Nacional.

La medida fue adoptada luego de una semana de enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas policiales, con más de 40 arrestos y múltiples heridos, en medio del cierre parcial del gobierno federal que mantiene paralizados varios programas sociales.

El alcalde de Chicago, Brandon Johnson, calificó la decisión como una “intervención política y autoritaria”, mientras que líderes comunitarios temen un incremento de la tensión racial.
Sin embargo, asociaciones de comerciantes y grupos vecinales recibieron el anuncio con alivio. “Llevamos meses pidiendo más presencia del Estado. Los robos y saqueos se han disparado. Necesitamos seguridad para trabajar y vivir”, afirmó María Espinoza, dueña de una tienda en el West Side.

Analistas de seguridad consideran que la medida busca también proyectar firmeza ante el electorado nacional. “Trump está enviando el mensaje de que el orden no es negociable. En un contexto de cierre gubernamental, quiere mostrar que el Ejecutivo sigue en control”, explicó el experto en política pública Samuel Huntington III.

Desde el Congreso, republicanos respaldaron la decisión, recordando que el Artículo II de la Constitución faculta al presidente a “garantizar el cumplimiento de las leyes y proteger a los ciudadanos ante amenazas internas”. Demócratas, en cambio, acusan a la Casa Blanca de utilizar a Chicago como “escenario político” para reforzar su narrativa de ley y orden.

Mientras tanto, en los barrios del sur, la población vive con mezcla de esperanza y temor. Algunos agradecen el refuerzo de seguridad; otros temen un aumento de la represión. Lo cierto es que Chicago vuelve a ser un espejo del dilema nacional: entre el reclamo de seguridad y el riesgo de un poder federal cada vez más presente en la vida cotidiana.

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