El peso del liderazgo estadounidense en el nuevo mapa de la paz
En un país donde los titulares cambian a la velocidad de los mercados, pocas conversaciones logran detener el ruido para pensar en lo que realmente importa. En la más reciente edición de Dinero y Más, el conductor Raúl Mas conversó con Tim Jones, ex presidente de la Cámara de Representantes de Missouri y actual conductor del programa The Tim Jones and Chris Arps Show, sobre un tema que marca época: el anuncio del presidente Donald Trump de haber alcanzado un acuerdo preliminar de paz entre Israel y Hamas, y el papel que Estados Unidos vuelve a jugar en el escenario global.
Jones, un político curtido en la trinchera del medio oeste estadounidense, no escatimó palabras: “Estamos ante un momento histórico. El Medio Oriente ha sido un polvorín durante siglos, pero hoy, gracias al liderazgo de Trump, estamos viendo un renacimiento. Y solo porque es Trump —dijo— no se le reconocerá el crédito que merece”.
El análisis de Jones resume un sentimiento compartido en amplios sectores conservadores: la idea de que la firmeza estadounidense vuelve a ser un factor de orden internacional. Según el invitado, la ofensiva israelí contra los bastiones de Hamas —particularmente la operación sobre el cuartel en Catar— y el respaldo tácito de Washington han puesto a los grupos radicales y a sus patrocinadores “en completa sumisión”.
“Cuando Estados Unidos actúa como líder del mundo libre, cosas buenas suceden. Cosas que benefician no solo a Israel, sino al globo entero”, añadió Jones, mientras Mas asentía, recordando su reciente viaje con Newsmax Media a lo largo de Israel: desde la Franja de Gaza hasta los Altos del Golán, donde ambos pudieron constatar la devastación que aún marcaba el terreno.
Raúl Mas, fiel a su estilo, llevó la conversación más allá del titular: ¿qué llevó realmente a Hamas a la mesa de negociación? La respuesta, para Jones, es clara: “Fue la percepción de un Israel liberado de las ataduras políticas impuestas durante la administración Biden. Netanyahu se sintió libre para hacer lo necesario, y el mundo árabe lo entendió”.
La discusión derivó en un punto crucial: la reacción de las calles en Occidente, especialmente en los campus universitarios y las grandes ciudades donde se han multiplicado las protestas pro-palestinas. Jones fue tajante: “Muchos de esos manifestantes ni siquiera deberían estar aquí. Vienen con visas de estudio y terminan siendo agitadores. Cuando haya paz, su grito de ‘From the river to the sea’ no tendrá sentido alguno. Será como gritarle al vacío”.
Mas coincidió en que los movimientos radicales —ya sean en favor de Hamas o bajo otras banderas— tienen raíces más profundas que el simple activismo. Ambos apuntaron al papel del dinero: la financiación internacional de las protestas, el activismo profesionalizado y la sombra de organizaciones y fundaciones con intereses ideológicos globales. “Nada de esto es espontáneo”, subrayó Jones. “Hay una infraestructura detrás, hay nombres conocidos, y hay mucho dinero fluyendo desde el extranjero”.
El exlegislador aprovechó para conectar el mapa internacional con la política doméstica: “Aquí en Missouri hemos visto cómo millones de dólares extranjeros buscan influir en nuestros referendos y leyes estatales. Si eso pasa en el corazón de América, imagina lo que ocurre en las costas, en Nueva York o California”.
Mas, desde Miami, recogió la idea y la proyectó hacia el panorama nacional. “Es lo mismo que intentan hacer en Florida —comentó—: empujar enmiendas constitucionales, manipular la narrativa del votante promedio, reescribir desde los estados lo que no consiguen en el Congreso”.
La conversación, intensa y franca, pasó luego del tablero internacional al interno: la lucha dentro del Partido Demócrata entre los sectores tradicionales y el ala más radical. Jones describió lo que llama una “guerra civil demócrata” en ciudades como St. Louis o Kansas City, donde figuras radicales —como la congresista Cori Bush o la exfiscal Kim Gardner— han cedido espacio a demócratas “más sensatos” que buscan recuperar el pragmatismo de figuras históricas como Harry Truman o John F. Kennedy.
“Estamos viendo un cambio. Quizás lento, pero real. Tal vez ya tocamos fondo”, reflexionó Jones, al tiempo que Mas destacaba el simbolismo de esa frase: tocar fondo puede ser, en política, el primer paso hacia la reconstrucción.
Ambos coincidieron en que el liderazgo de Trump —tanto en política exterior como en la economía— está redefiniendo la conversación nacional. Mientras la Casa Blanca busca reabrir el gobierno tras un prolongado cierre federal, el presidente capitaliza su papel como mediador internacional. “¿Cómo no reconocer a Trump como uno de los grandes presidentes pacificadores de nuestra era, si logra traer de regreso no solo a los rehenes vivos, sino los cuerpos de los caídos?”, planteó Jones.
Para Raúl Mas, el contraste resulta inevitable: “Un presidente capaz de firmar la paz en Medio Oriente, pero que enfrenta resistencia dentro de su propio Congreso para mantener abiertas las agencias federales. Es el reflejo de un país fracturado, pero también de un liderazgo que, guste o no, sigue marcando el ritmo global”.
Al cierre del programa, Mas recordó que los mercados —indiferentes al ruido político— siguen registrando máximos históricos impulsados por la revolución de la inteligencia artificial, el otro gran motor económico de 2025. “La política se pelea en Washington —concluyó—, pero el dinero sigue apostando por el futuro”.
Entre la paz y la volatilidad, entre las calles de St. Louis y los despachos de Jerusalén, Dinero y Más ofreció un retrato del nuevo orden estadounidense: un país donde la geopolítica, la economía y la cultura política se entrelazan bajo una misma pregunta —la de siempre—: ¿qué sucede cuando Estados Unidos vuelve a ejercer el liderazgo que el mundo espera de él?