El oro, los granos y el nerviosismo global: las señales ocultas detrás de la guerra comercial
La guerra comercial no solo ha modificado cifras macroeconómicas. También ha revelado movimientos estratégicos en sectores clave como el oro y los granos, con implicaciones políticas directas.
“Cuando hay incertidumbre, los inversionistas corren al oro. Y hoy estamos viendo niveles históricos”, explicó Ken Roberts en conversación con Raúl Mas. En efecto, las importaciones de oro a Estados Unidos se dispararon en 2023, con precios que pasaron de 2.660 a 3.900 dólares la onza en menos de un año, un incremento del 46%.
“Este nerviosismo tiene que ver con la forma en que el presidente Trump negocia: le gusta mantener a sus interlocutores a la defensiva, en un estado de alerta permanente”, añadió Roberts.
El frente agrícola es igual de sensible. China, que durante años fue el principal comprador de soya estadounidense, prácticamente suspendió sus compras en los meses previos a la temporada fuerte de exportación. “En junio y julio, las exportaciones de soya de EE. UU. a China cayeron a cero. Es la primera vez en mucho tiempo que ocurre algo así”, reveló Roberts.
En su lugar, Pekín ha cerrado acuerdos con Brasil, que hoy cubre entre el 85% y el 95% de la demanda china. “Es un golpe político calculado. Xi Jinping sabe que los agricultores del medio oeste son parte central de la base electoral de Trump”, sostuvo Mas.
Este juego de presiones también se vio en sectores como el automotriz y el farmacéutico, donde nuevas tarifas buscan limitar déficits con países como Irlanda. “Pero gracias a las excepciones y a los acuerdos del USMCA, muchas importaciones escapan a los aranceles más altos”, explicó Roberts.
El resultado, hasta ahora, es un escenario más de “humo que de fuego”. El gobierno recauda más de 30.000 millones de dólares al mes por tarifas, pero los consumidores no han sentido un alza masiva en los precios. Sin embargo, Roberts advirtió: “Las empresas están absorbiendo gran parte del golpe, pero en algún momento esa presión puede trasladarse al consumidor”.
Entre el brillo del oro y el silencio en los campos de soya, el mensaje es claro: la guerra comercial no ha terminado y seguirá marcando tanto la economía como la política de Estados Unidos.