La tensión escala en el Caribe
Entre acusaciones de narcoterrorismo, operaciones militares y la presión por un cambio político
El conflicto entre Estados Unidos y Venezuela ha entrado en una fase más delicada y peligrosa. La administración Trump ha intensificado su ofensiva contra el régimen de Nicolás Maduro, no solo con sanciones y presión diplomática, sino con operaciones militares en el Caribe que han derivado en la destrucción de embarcaciones acusadas de transportar drogas. La narrativa ya no es solo de narcotráfico: Washington califica al Cartel de los Soles y al Tren de Aragua como organizaciones terroristas globales, una designación que cambia las reglas del juego.
En su programa Punto Clave, Lucía Navarro conversó con el analista político y experto en energía y seguridad Antonio de la Cruz, quien explicó por qué la tensión ha escalado al nivel de amenaza militar directa. Según De la Cruz, la calificación de Maduro y su círculo como líderes de una organización terrorista coloca al régimen venezolano en el mismo plano que Al Qaeda o Hezbollah, lo que abre la puerta a operaciones extraterritoriales bajo el Título 50 de la legislación estadounidense, el mismo que se aplicó tras el 11 de septiembre para perseguir a los talibanes.
El trasfondo: drogas, terrorismo y geopolítica
Estados Unidos sostiene que Venezuela no solo permite, sino que participa activamente en el tráfico de cocaína y fentanilo hacia Norteamérica, valiéndose de rutas marítimas y conexiones con grupos armados colombianos como el ELN y las FARC. El Cartel de los Soles, integrado por altos mandos militares venezolanos, sería la estructura que facilita pistas de aterrizaje, permisos de vuelo y logística para estas operaciones ilícitas. A su vez, el Tren de Aragua opera como brazo ejecutor, tercerizando actividades violentas que van desde sicariatos hasta transporte de droga.
De la Cruz subraya que la diferencia con etapas anteriores es que ahora Washington no ve a Maduro como un dictador político a quien se enfrenta con sanciones y foros diplomáticos, sino como un enemigo terrorista. “Eso convierte a las narcolanchas en objetivos militares”, explicó. De ahí la reciente destrucción de embarcaciones sospechosas por parte de la Marina y la Guardia Costera estadounidenses, equipadas con drones y aviones F-35.
El impacto buscado va más allá de la incautación de droga: se trata de asfixiar financieramente al Cartel de los Soles, cortando su flujo de divisas ilegales y generando divisiones dentro de las Fuerzas Armadas venezolanas. Washington espera que esa presión interna propicie una ruptura que lleve a la salida de Maduro sin necesidad de una invasión directa.
¿Escenario Panamá o asfixia prolongada?
La posibilidad de una operación similar a la que en 1989 llevó a la captura de Manuel Antonio Noriega en Panamá sobrevuela el debate. Aunque de la Cruz admite que ese sería el “último escenario”, insiste en que Estados Unidos busca que la caída de Maduro ocurra desde adentro, respaldada por el hecho de que la mayoría de los militares, según cifras extraoficiales, habría votado contra el mandatario en las elecciones de 2024.
El analista recuerda que ya varios exfuncionarios de alto rango, como Clíver Alcalá y Hugo “el Pollo” Carvajal, fueron procesados o se declararon culpables en Estados Unidos por narcotráfico, y advierte que el caso de Maduro está en otra dimensión: la del terrorismo internacional, comparable al de Osama Bin Laden o el general iraní Qassem Soleimani. Eso deja abierta la posibilidad de una “neutralización” si el líder venezolano se niega a rendirse ante la justicia.
El tablero regional
La presión estadounidense no solo apunta a Venezuela, sino a sus aliados y a los actores externos presentes en la región. Trump ha insistido en que el hemisferio occidental es área de influencia exclusiva de Estados Unidos, lo que incluye un mensaje directo a Rusia, China, Irán y Cuba, países que han apoyado al chavismo.
De la Cruz considera que si cae Maduro, también se tambalearían proyectos políticos como el del presidente colombiano Gustavo Petro y, sobre todo, el régimen cubano, que depende de los aportes venezolanos. “Sería un efecto dominó parecido a la Primavera Árabe”, dijo.
¿Qué piensa el pueblo venezolano?
Según el analista, dentro de Venezuela existe entusiasmo por la posibilidad de un cambio, aunque el miedo al aparato represivo del régimen frena las manifestaciones masivas. “La última milla le corresponde al pueblo”, afirmó, aludiendo a que la presión externa debe complementarse con una movilización interna. Aun así, descarta una guerra civil: con un 70 % de la población en contra del chavismo, no habría correlación de fuerzas para un conflicto prolongado.
Los niveles de pobreza y el colapso económico agravan el descontento. Hoy la pobreza extrema supera el 70 %, la inflación vuelve a dispararse y la moneda se devalúa a ritmo acelerado. Para De la Cruz, ese panorama explica por qué la mayoría del país espera la salida de Maduro como única vía de recuperación.
El punto clave: Salir de Maduro
La conclusión del análisis es tajante: “El punto clave es salir de Maduro”. Para De la Cruz, la combinación de presión militar, sanciones financieras y deslegitimación internacional ha acorralado al régimen como nunca antes. El tiempo dirá si ese cerco desemboca en una transición pacífica, en un quiebre interno o en una operación directa de Estados Unidos.
Mientras tanto, cada movimiento naval en el Caribe y cada declaración en Washington alimentan la incertidumbre sobre hasta dónde llegará el pulso entre Caracas y la Casa Blanca.